Claves para entender la polarización política y su impacto en los sistemas democráticos
Tan cerca pero tan lejos…
Aunque paradójicamente, fenómenos como la globalización y los enormes avances en telecomunicaciones e información deberían conducir una sociedad más cohesionada y cercana. La realidad es que, en muchos casos, la intensificación de estas condiciones, sumado a otros factores, está generando fenómenos contrarios. Por ejemplo, si bien hay más convergencia entre diferentes países sin importar las barreras geográficas e idiomáticas que los dividan. No pasa lo mismo al interior, donde las divisiones se van manifestando de forma cada vez más creciente, y alimentadas, entre otros aspectos, por las desigualdades económicas, sociales, raciales, entre otras. Cabe aclarar que esta división no sólo es visible a nivel social, económico, religioso o cultural, sino que es, al mismo tiempo, una expresión de lo que sucede desde el ámbito político, bajo el paraguas de lo que se denomina polarización política.
¿Qué es la polarización?
La polarización política es un fenómeno que de manera preocupante se está haciendo bastante común y visible en el mundo, al menos el occidental. Estas divisiones cada vez más latentes y extremas, no sólo están afectando a las democracias de las grandes economías como la norteamericana y europea, sino que se está extendiendo también a Latinoamérica. E incluso podemos hablar de una división de orden global si consideramos las tensiones geopolíticas que involucran a potencias como China y Estados Unidos, o más recientemente, a Rusia y el resto del mundo occidental.
Cuando hablamos de polarización política nos referimos al grado de división o fragmentación que existe en una sociedad en torno a cuestiones ideológicas y/o partidistas, las cuales, son abiertamente visibles en la opinión pública, donde la izquierda – derecha son los espectros más sobresalientes, y por lo tanto, más tendientes a la radicalización. Por su parte, otros expertos como Pol Morillas, director del CIDOB, advierten que la polarización es una expresión de diferentes factores estructurales que convergen en el ámbito político que tienen que ver con: desigualdades económicas y sociales, influencia de las redes sociales y medios de comunicación, siendo la segmentación de la opinión pública, su máximo corolario.
Tipos de polarización política
A la hora de abordar este tema, investigadores y expertos coinciden que existen al menos dos formas de expresión. La primera, la polarización político-ideológica y la polarización político-afectiva. La ideológica, como su nombre lo indica está netamente relacionada a los niveles de separación entre los espectros ideológicos tradicionales de izquierda-derecha y los partidos que los representan. Se estima que, en Europa, este es el tipo de polarización que más ha crecido en los últimos años, producto de la fragmentación partidista en la mayoría de los países, y que ha dado como resultado nuevas organizaciones políticas más perfiladas o radicalizadas hacia uno u otro espectro del panorama político. En España, por ejemplo, de acuerdo con Simón (2020), la polarización ideológica ha crecido desde el año 2000, con particular incremento entre el año 2015 y 2016 y producto de la emergencia de nuevos partidos como Podemos y Vox.
Por su parte, la polarización afectiva se desentiende del aspecto ideológico y se centra más en el emocional. Es decir, responde a los sentimientos de aceptación o rechazo que le generan a la ciudadanía los partidos políticos y sus líderes. Este tipo de polarización, está bastante vinculado al sentimiento de identidad, Al mismo tiempo, podríamos decir que es uno de los que resulta más peligroso porque tiende a fragmentar grupos sociales en términos de tribus o sectas (tribalismo político) radicalizadas donde la división amigo-enemigo está muy marcada y la hostilidad hacia los otros es bastante abierta e incluso tiene la posibilidad de escalar a escenarios de violencia. De acuerdo con el proyecto V-Dem, que desarrolló un indicador para medir este tipo de polarización en Europa y EE.UU. En España, este tipo de polarización ha aumentado desde el 2011, alcanzando su máximo pico en 2020 con ocasión de la pandemia. No obstante, el índice (2.21) sigue estando por debajo de países como Francia (2.69), Italia (3,15) y EE.UU (3.72).
Qué factores promueven y acentúan este fenómeno
Como anticipábamos inicialmente, hay una serie de elementos estructurales que inciden en los niveles de polarización política. Muchos de ellos acentuados o promovidos por factores económicos como las crisis, o el aumento del paro, pero también de tipo cultural y religioso en los que inciden aspectos como el flujo migratorio o el radicalismo religioso. Incluso, algunos hablan de factores territoriales o nacionalistas, y de liderazgo político que también impactan en este proceso de división social y política, veamos algunos de ellos más detenidamente.
Un ejemplo destacado de polarización política se observa en Costa Rica, un país conocido como «la Suiza de Centroamérica» por su histórica neutralidad y pacifismo. Sin embargo, desde las elecciones presidenciales de 2018, la sociedad costarricense ha sido testigo de una creciente división. Todo comenzó con el debate sobre el matrimonio igualitario, que generó fuertes enfrentamientos entre aquellos que apoyaban y los que se oponían a esta medida.
Posteriormente, un incidente trágico desencadenó una radicalización aún mayor. La violación de dos turistas extranjeras, una española y una mexicana, en diferentes lugares del país, desató una ola de indignación y xenofobia dirigida hacia los inmigrantes nicaragüenses. Las redes sociales se convirtieron en el escenario principal de esta polarización, donde se difundieron mensajes cargados de odio y discriminación.
A medida que avanzaba el tiempo, la división política se hizo más profunda en el país, alcanzado todas las campañas electorales y el mandato del presidente actual. Los debates se tornaron más acalorados y los seguidores de diferentes partidos políticos se enfrentaron en un constante choque de opiniones en las plataformas digitales. Las redes sociales, con su capacidad de amplificación y propagación de ideas, contribuyeron en gran medida a alimentar esta polarización y a profundizar las divisiones en la sociedad costarricense.
Este caso de polarización en Costa Rica ejemplifica cómo las redes sociales, a pesar de su potencial para conectar a las personas, también pueden desempeñar un papel perjudicial al exacerbar las diferencias y generar confrontaciones intensas entre distintos grupos dentro de una sociedad.
Desigualdad, desempleo y deterioro de la economía
Cuando los individuos experimentan algún tipo de problemática económica, bien sea aumento del paro, inflación o crisis económica, siempre quieren buscar culpables a esta situación. Normalmente, adjudican estas circunstancias y las consecuencias personales que deben enfrentar a raíz de ellas, a los políticos de turno o partidos. De esta manera se desencadena un tipo de polarización afectiva, que también puede conducir a la fractura ideológica y política. Igualmente, al considerar el tema económico, aspectos relacionados con el tema de impuestos o tributación, también suele dividir las opiniones y orientación político-ideológica de los ciudadanos. De acuerdo con, Miller (2020), en España, este tipo de polarización mantuvo una baja tendencia entre los años 2010 y 2015, pero aumentó notablemente a partir del 2016 gracias a la irrupción de nuevos partidos, por ejemplo, Vox.
Fragmentación del sistema de partidos y liderazgos: según los expertos, la crisis en el sistema tradicional de partidos y su fragmentación genera las condiciones para un aumento de la polarización. La razón es que, ante la escasa representatividad de los partidos tradicionales, surgen otras opciones políticas con discursos y posiciones políticas más radicales o antisistema, tanto en la derecha como en la izquierda del espectro ideológico. Lo anterior no sólo arrastra a los demás partidos hacia estos extremos, sino que centra el debate y la opinión pública en ellos, dividiendo peligrosamente a la sociedad en su conjunto.
Cuestiones identitarias: otro de los factores que influye en la manifestación de este fenómeno son las cuestiones que remiten a la identidad o sentimientos nacionalistas, sobre todo, en aquellos países donde de algún modo existe una fragmentación nacional y territorial. En España, y según mediciones del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), la polarización ideológica y territorial es entre dos y tres veces mayor que la que existe en torno a temas como los impuestos, la inmigración o la sanidad pública. Por lo general suele recurrirse a refugiarse en el paraguas identitario en contextos de crisis, en los que la división ellos-nosotros aporta un sentido a los individuos y les hace sentirse parte de algo o a salvo de la situación amenazante.
Redes sociales y medios de comunicación: estos dos actores juegan un papel central en el aumento de la polarización política porque alimentan la formación de imaginarios y discursos muy delimitados entre grupos sociales, algo que muchos denominan como sociedad burbuja. En este sentido, tanto medios como redes, se encargan de difundir opiniones, noticias o discursos que reafirman las posiciones ya existentes de los ciudadanos, lo que conlleva a que estos no contrasten con otros y no cuestionen la realidad desde diferentes puntos de vista, sino que se refuerzan los mismos de siempre. Esta falta de diversidad y la reafirmación de un imaginario o identidad conduce a la radicalización y división profunda, al punto de los discursos de odio y la división entre ellos y nosotros como si se tratara de amigo-enemigo.
¿Puede ser una democracia sana si está polarizada?
El impacto de este fenómeno en la democracia es claro, la división de la ciudadanía respecto a temas ideológicos, identitarios o económicos, en espectros contrarios, conduce a una fragmentación de la sociedad y una mayor dificultad para llegar a consensos o tomar decisiones colectivas. Esto se traduce en mayor inestabilidad social y política, y en la posibilidad de que los canales democráticos o basados en el Estado de Derecho sean descartados y reemplazados por formas violentas de participación o acción. A lo anterior hay que sumar la posibilidad de radicalización que se presenta con la polarización. Una democracia radicalizada termina por imponer implacablemente la opinión y cosmovisión de la mayoría, dejando a las minorías o grupos menos representativos en una postura de vulnerabilidad. Además, supone la renuncia a los principios liberales democráticos de diálogo, compromiso y pacto, tal y como lo advierten expertos como David Sarias.
Por su parte, otros analistas como Mikel Barreda consideran que no todo son necesariamente efectos negativos, y que la polarización ideológica puede conducir a aumentar el compromiso político y participación electoral de la ciudadanía. O bien, a reducir el personalismo en la decisión del voto o incluso ampliar la democracia. No obstante, no se pierden de vista los efectos negativos en cuanto a la creación de sociedades más excluyentes y enfrentadas entre sí. Así como la dificultad que puede generar dicha división a la hora de sacar adelante leyes o políticas públicas. Incluso, se advierte que, los contextos más polarizados pueden ser una ventana para que los políticos tomen decisiones que respondan únicamente a los intereses de quienes les eligieron, entre otras prácticas antidemocráticas. Algo que estamos viviendo en estos días con la llegada a algunas instituciones de Vox.