2006 fue la última vez que los ecuatorianos experimentaron una elección en segunda vuelta, luego de décadas de inestabilidad política. Para muchos nuevos electores la experiencia del balotaje es algo nuevo, sumado a la novedosa también no presencia de Rafael Correa en la papeleta electoral.
El escenario está marcado por una suerte de duelo todavía no asumido por la salida del líder (amado y odiado) más fuerte de la última década. Escenario que se asienta además en un momento de malestar económico. Así, el Ecuador se apresta a elegir en segunda vuelta a su nuevo presidente, en medio de una alta incertidumbre.
La primera vuelta dejó una serie de sensaciones nuevas, amargas, complejas, que abonan a la incertidumbre, conjuntamente con una campaña electoral caracterizada por las acusaciones, ataques, agresiones fomentados sobre todo en las redes sociales, convertidas por momentos en una “Salem 2.0”. Todos, políticos y ciudadanos han sido maltratados, todos vistos como sospechosos de pecados y delitos en su mayoría infundados.
La guerra sucia impidió la conversación plena entre candidatos y electores. Los ciudadanos no pudieron, en medio de tanto ruido, escuchar nada o casi nada positivo o propositivo. Lo que abonó aún más a la incertidumbre.
Es así que el gran ganador de la primera vuelta al menos, fueron las percepciones.
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Se posicionó un frame de fraude electoral, sin ninguna prueba formal y objetiva de ello. Ganó la percepción.
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Lenin Moreno “perdió” ganando con más de un millón de votos de diferencia, pues no logró lo más difícil, ganar en primera vuelta, por tan solo 0,65%. Ganó la percepción.
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Se posicionó la idea de que “nadie apoya al Gobierno”, cuando el partido oficialista Alianza País ganó todo: mayoría en la Asamblea Nacional, primer lugar en la presidencial con más de un millón de votos de diferencia sobre el segundo finalista, aprobación de la Consulta Popular propuesta por el Presidente Correa sobre la prohibición de que los funcionarios de elección popular tengan dinero en paraísos fiscales. Pero ganó la percepción.
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Percepción de que todos los políticos son corruptos. Tanto ataque manchó a todos. Pocas pruebas, mucho ruido. Ganó la percepción.
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Ahora existe la percepción de que Guillermo Lasso podría ganar la segunda vuelta porque es el que más apoyo tendrá de los candidatos perdedores. ¿Ganará la percepción?
En este contexto, las campañas y los ecuatorianos se enfrentan hoy a una segunda vuelta. Tomemos en cuenta que la competencia en segunda vuelta es un borra y va de nuevo. Estrategia, tácticas, mensajes, todo debe ser repensado.
La competencia en este momento se reduce a dos opciones (blanco o negro), donde las preferencias se reacomodan, pues los electores cuyos candidatos no ganaron deben buscar ahora a quién creer.
Las campañas deben concentrar ahora sus esfuerzos en captar nuevos votos, ya no en endurecer a sus bases. Difícilmente (pero no imposible) los votos duros se ablandan en esta nueva etapa, al contrario, las posiciones suelen fortalecerse.
Las alianzas, los apoyos son importantes pues en este momento, sin caer en el absurdo de pensar que los votos (por lo menos en el Ecuador) son endosables. El apoyo de los candidatos perdedores a uno de los finalistas no necesariamente supone el endoso de todos sus votantes. La transferencia de votos, de acuerdo a las mediciones cuantitativas, no es unidireccional, ni responde (al 100%) a consideraciones ideológicas. De ahí que hay votantes del Partido Social Cristiano que migran a Lenin Moreno para la segunda vuelta.
La lectura plana de que todos los que no votaron por Lenin Moreno en la primera vuelta, votarán por el candidato opositor es, por ser generosa, básica. Las cifras de intención de voto para segunda vuelta, así lo demuestran1:
Esta intención de voto tiene detrás una decisión del 80%2. Esto no debe sorprender mucho, pues al reducirse las opciones a dos, la toma de posición y decisión es bastante más sencilla para los electores.
Los electores tienen ahora tres caminos obvios: 1) escoger al que les parezca el mejor candidato, 2) optar por el “menos malo”, o 3) no comprometerse e invalidar su voto.
Para ello, las campañas se ven obligadas a emplear estrategias de contraste: pasado versus futuro; paz versus violencia; cambio versus continuidad.
En el caso ecuatoriano, estas tres líneas tienen matices interesantes.
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El pasado no es relacionado con la candidatura oficialista sino con la de Guillermo Lasso, pues su entorno recoge a actores políticos de la pre-Revolución Ciudadana, muchos de ellos miembros de gobiernos de la llamada “partidocracia”.
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La violencia (física, verbal, virtual y simbólica), poco común y nada aceptada en la sociedad ecuatoriana, ha caracterizado algunas de las acciones de la oposición, sobre todo las protestas que protagonizaron los días siguientes a la elección de primera vuelta.
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El cambio no fue ni es una propuesta exclusiva de ninguna campaña. No es propiedad exclusiva de la oposición. Estamos hablando de dos propuestas de cambio entre las que los ciudadanos tendrán que escoger este 2 de abril. Un cambio radical, similar a un reseteo que propone el candidato opositor, frente a un cambio que supone la renovación permanente y mejoría de lo ya realizado, propuesta por el oficialismo.
En este sentido, el debate se va centrando entre un cambio novelero y un continuar cambiando. Novelero, porque no tiene mayor contenido propositivo, es cambiar por cambiar, es una suerte de invitación a probar algo opuesto a lo que hay. Esta invitación puede parecer arriesgada para la mayor parte de ciudadanos que experimentan actualmente algo así como una zona de confort, dado que existe un alto reconocimiento de los avances logrados durante estos 10 años de Revolución Ciudadana (sobre todo los 8 primeros, previos a los problemas económicos). Es así que la labor del Presidente Rafael Correa es evaluada positivamente por el 66% de los ecuatorianos3 y su imagen positiva es del 65%4.
Finalmente, los ecuatorianos se enfrentan hoy en día a una elección que parecería no ser tan compleja: se trata de escoger entre dos visiones de vida; a ambas las conocen bastante. El 2 de abril sabremos si pesó más la memoria o la novelería.
1 Encuesta con validez nacional. 2.420 casos. 95% de confiabilidad. +/-3% de margen de error. Fecha de aplicación: 4-5 marzo de 2017. Fuente: Centro de Investigaciones y Estudios Especializados-CIEES.
2 Encuesta con validez nacional. 2.420 casos. 95% de confiabilidad. +/-3% de margen de error. Fecha de aplicación: 4-5 marzo de 2017. Fuente: Centro de Investigaciones y Estudios Especializados-CIEES.
3 Encuesta con validez nacional. 4.780 casos. 95% de confiabilidad. +/-3% de margen de error. Fecha de aplicación: 4-5 febrero de 2017. Fuente: Centro de Investigaciones y Estudios Especializados-CIEES.
4 Encuesta con validez nacional. 2.420 casos. 95% de confiabilidad. +/-3% de margen de error. Fecha de aplicación: 4-5 marzo de 2017. Fuente: Centro de Investigaciones y Estudios Especializados-CIEES.
Artículo de la Consultora Política Tatiana Larrea Oña