Los asientos en puerta de emergencia suelen ser los más cómodos, y por eso, suelen ser los más solicitados y por los que las aerolíneas te cobran un extra.
Cuando viajas siempre intentas buscar la máxima comodidad, más si son muchas horas de vuelos y tienes cierta estatura, y, si aún no te lo han dicho, la forma más cómoda de hacerlo es en puerta de emergencia (si eres bajit@ y duermes en cualquiera lado, este post no es para tí, al menos al principio, si desde el tercer párrafo en adelante 😉
Por eso, las puertas o salidas de emergencia son de los sitios más solicitados en un avión, es más, las compañías lo saben, y te suelen cobrar un suplemente por poder ir en uno de estos asientos, que la mayoría de compañías denominan «asiento confort o turista XL«; de hecho, Aeroméxico te cobra la burrada de casi 90 € por trayecto transatlántico.
La cuestión es que en ocasiones, las compañías aéreas y los propios aeropuertos usan unos criterios de seguridad que son realmente estresantes, carentes de mucho sentido y que de una u otra manera nos incomodan mucho. Dentro del avión, las normas para ir en puerta de emergencia son muy estrictas, y de hecho, no hay compañía aérea que no las aplique, desde no llevar nada en despegues y aterrizaje, a quien puede sentarse en uno de esos apreciados asientos. Tengo un amigo que por ejemplo lo cambiaron de asiento porque está un poco obeso.
Iberia parece que ha relajado estas reglas, al menos en el vuelo IB6501 que hicimos ayer en un Airbus 330 desde Madrid a Santo Domingo (como aclaración diré que no lo cuento por envidia o porque fuera yo incómodo, iba en un mejor asiento). Como suelo dar bastantes paseos por la cabina del avión, pude comprobar como en las diferentes ocasiones que pasaba por los asientos 27 A y 27C (puerta de emergencia) iban sentados un padre y un hijo. Lo aún más flagrante es que era el niño (de unos 6 u 8 años) el que iba sentado en el asiento más cercano a la puerta, el 27A.
Como me resultó muy extraño, y ya casi más por un tema de no dormir con la curiosidad, me acerqué a una de las auxiliares de vuelo o aeromozas, y le pregunté por dicha cuestión. Con mucha amabilidad me indicó que no lo tenía muy claro, que pensaba que solo era en el aterrizaje y despegue, y aún así, le preguntó a su compañera. A ésta segunda no le hizo mucha gracia mi pregunta, y con cara de circusntancia me dio dos razones a cual peor:
1.- Es que como el niño va con su padre, él se hace responsable y no hay ningún problema.
2.- Como es bastante mayorcito el niño (imagino que tuvo que verlo ampliado por 2 o 3) no hay problema, es una excepción.
Y es aquí cuando me animé a escribir una reclamación a Iberia, más este correspondiente post, ya no solo porque en el vuelo previo (Málaga – Madrid) había presenciado como habían cambiado a una madre y su hijo precisamente por la misma cuestión, habían reservado esos asientos de emergencia por internet -porque como les decían, nunca se los hubieran dado en el counter de facturación-.
Me asaltan muchas dudas, la primera es, ¿conoce la tripulación de Iberia sus propias reglas o requisitos especiales para viajar en los asientos de emergencia? ¿Por qué a este señor y su hijo se les permitió volar incumpliendo los requisitos? ¿Todo vale -inclusive la seguridad- a costa de poder vender los asientos de emergencia?
Si que debo reconocer que mi pregunta tuvo que servir para algo, pues casi a final de vuelo -y tras mi pequeña conversación con las auxiliares de vuelo-, intercambiaron sus asientos padre e hijo, que realmente es lo mismo, porque ambos volaban en asientos de emergencia, aunque eso si, ahora el que va pegado a la puerta era el padre y no el hijo 😉 Algo que está igual de prohibido 😉
Acabo con una reflexión que me vengo haciendo desde que ayer sufrí esta situación, justo tras no hace mucho haber escrito un post hablando bien de Iberia: ¿no será que cada vez que hablo bien de Iberia o me siento cómodo volando con ellos, tiene que ocurrir algo que me haga caer de la burbuja?