Las Tecnologías de la Información y la Comunicación ya no son medios ajenos a la propia naturaleza de los vínculos sociales, como antes se pensaba. Ahora las y los usuarios compartimos en las plataformas digitales casi todo sobre lo que vivimos día a día. De tal forma que podemos ver mensajes cargados de emociones y experiencias.
La comunicación política ha cambiado también en función de lo que esperan recibir las y los usuarios, cada vez más exigentes y críticos. No todos son millennials, cierto, sin embargo por la gran demanda de este sector usuario, mucho de lo qué se comunica y cómo se comunica gira en torno a la inmediatez de la información y la intensa actividad de la población activa tecnológicamente hablando.
Para construir una buena estrategia de comunicación en materia política, los representantes populares y/o los aspirantes deben ponderar los mensajes que generen empatía con las emociones y deseos de los seguidores, un poco más allá de sólo las necesidades. De nada sirve ya una comunicación unidireccional en donde no se escuche ni atienda los mensajes de quienes se toman unos segundos para recibir la información que comunican y más aún, de responder o replicar lo que se les ofrece.
Se calcula que en México existen aproximadamente 46 millones de millennials, de entre 15 a 34 años, aunque no existe un dato preciso del rango de edad para algunos especialistas el límite máximo son los 38 años, es decir todos aquellos que nacimos después de 1980 y que somos nativos de la Era Digital. Lo que nos convierte en un universo de personas conectadas de manera virtual a muchas formas de comunicación y fuentes de información instantánea, que va desde la mensajería hasta las redes sociales, conectadas principalmente desde las vivencias personales.
Diariamente, millones de usuarias y usuarios de la tecnología buscan en cualquier medio tecnológico la solución a una necesidad, desde buscar empleo hasta encontrar pareja. Los temas de la política no son la excepción. Tampoco se trata de reducir todo a un mensaje con palabras “bonitas”, una buena estrategia de comunicación debe tener sustento en hechos reales y lograr un impactar profundamente en quién recibe el mensaje.
Los políticos de ahora deben tener la plena convicción de atender las demandas de los ciudadanos y usuarios que le siguen en sus plataformas digitales, contar con la sensibilidad para entender que antes de cualquier medio de noticias, están los ojos de millones de personas que en dos segundos pueden echar abajo toda una estrategia de comunicación.
Ante la inmediatez de la información y las altas expectativas de los jóvenes que nacieron – nacimos – con el milenio, una buena campaña político-electoral debe tener sus fundamentos en elementos clave:
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Contar con un equipo altamente calificado y experimentado, capaz de contener y minimizar los daños a la imagen de la figura política o la institución que le promueve. Sabemos que para muchas figuras políticas es una tarea titánica responder cada uno de los mensajes y comentarios por la gran cantidad que reciben, por lo anterior es fundamental contar con una persona al frente que tenga la sensibilidad de entender y responder con pulcritud a las demandas de comunicación.
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Una estrategia de contenidos basada en las emociones, soluciones reales viables, efectivas y que puedan ser tangibles. De nada sirve ya lanzar mensajes “positivos” y promesas de campaña, las palabras se las lleva el viento pero el internet es para siempre. Si en campaña se realizan planteamientos el político debe tener el compromiso de cumplir o, la sociedad y los usuarios se lo reclamarán severamente.
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Ejes de acción con una estructura incluyente. Debemos apostar por la integración del mayor número de personas al mensaje central, de tal forma que las estrategias y mensajes que discriminen o segreguen a un sector de la población están condenados al fracaso. La cultura política debe considerar el respeto pleno de los derechos de todas y todos, sin caer en la hipocresía, las personas que aspiren a gobernar o legislar desde cualquier nivel de gobierno deben entender que sus ideologías personales y egoístas no tienen cabida en el ámbito público. Gobernarán o legislarán para millones de personas, no para unas cuantas.
Más allá de creencias religiosas, ideologías de izquierda o de derecha, aspiraciones económicas o de negocio, la democracia de nuestros días debe concebirse como una forma de construir una sociedad más justa, mejor informada y sobre todo más humana. De esto pueden decirnos mucho los millennials que diariamente documentan sus emociones, demandas y aspiraciones.
Sí, podemos aprender mucho de los millennials si logramos ver más allá de los mensajes de insatisfacción o sátira. Hasta en los memes y chistes existe una gran cantidad de contenidos que nos dan luz si dejamos de subestimar a este sector de la población. Recordemos que muchos son electores o lo serán en los próximos años, si no volteamos a darles atención corremos el riesgo de perder la oportunidad de conocerles mejor y llevarnos una muy grata sorpresa.