¿Qué ocurre en Europa con las agrupaciones políticas que venían liderando la socialdemocracia? Durante casi una década hemos asistido a la debacle socialdemócrata europea y seguimos escuchando cientos de propuestas diferentes para solucionar una situación que, a ojos de todos los espectadores en el sofá, va camino de enquistarse. ¿Qué hay detrás de esta profunda crisis? ¿Cómo es posible que fórmulas populistas de diferentes colores puedan disputar el espacio político a partidos que llevan generaciones recibiendo el aval de millones de ciudadanos?
Quizás deberíamos empezar por dejar de establecer antagonismos que no aportan nada al proceso político. Durante décadas el partidismo de la izquierda-derecha ha funcionado como fórmula política en muchos países europeos, a lo sumo algún pequeño partido bisagra que invitar al tablero. Hemos asistido a una de las crisis más importantes de las últimas décadas y esto ha provocado que la acción y la comunicación política hayan cambiado de terreno. Como resultado los partidos dominadores de la esfera pública europea han perdido su hegemonía. Sobre todo los socialdemócratas que frente a sus tradicionales adversarios el resultado ha sido descorazonador. Han perdido mucho terreno, aún en los casos en que aquellos, en algunos países, también han tenido un retroceso notable.
El mundo de la ‘vieja’ izquierda (centro-izquierda) se ha perdido en una batalla por el poder y los réditos políticos imitando a la más pura ‘derecha’. Desgraciadamente esto ha derivado en la fragmentación interna de los diferentes partidos que por no poder caminar de la mano han cedido el poder, en la mayoría de los casos, a gobiernos despreocupados por la ciudadanía y más interesados por líneas estratégicas que acrecientan las diferencias sociales y multiplican los beneficios de las grandes corporaciones. Es descorazonador ver como se han retrocedido muchos años en los derechos sociales de la ciudadanía.
¿Qué ha cambiado? A poco que hacemos un repaso a la historia podemos encontrar similitudes con la situación actual. En la derecha todo sigue el mismo guión. Su fuerza se basa en el liderazgo férreo. El que manda, manda. No se discute. Es una cuestión de fuerza y el resto lo acepta. Si acompañan los resultados adelante y todos a una. Una gran piña de cara a los votantes que se traduce en apoyos públicos. Los seres humanos solemos apostar por opciones seguras aunque no sean las más adecuadas. Serán lo que sean, pero son como cualquier familia, pase lo que pase todos forman parte del mismo proyecto o es quizás así como los perciben desde fuera. Y en la socialdemocracia todo ha dado la vuelta. La crisis ha venido a alimentar la división interna. Asistimos a profundas batallas por el liderazgo. Con la irrupción de diferentes partidos populistas se han centrado en encontrar nuevos modelos de hacer política para mitigar el impacto de las fuerzas emergentes y han olvidado la fórmula del éxito, la de toda la vida. Para conseguir aglutinar a la izquierda y atraer a los votantes del centro hay que empezar por conseguir líderes que vuelvan a ilusionar. A diferencia de la derecha tradicional la fórmula no se basa en el ordeno y mando. Hay que ser capaz de trasmitir seguridad, de dialogar con todos, de aglutinar ideas y corrientes, de conectar, de hacer todo aquello que lleve a encontrar un espacio común en el que todas las personas coincidan en cuál es el camino y quién es el líder más adecuado. Luego está el cómo, las fórmulas más adecuadas para hacer política y llegar a la ciudadanía. Si un líder tiene que pelear por su liderazgo, ni líder ni proyecto, es mucho mejor seguir buscando. Como en el deporte no se puede convertir a caracoles en los ases de la velocidad, hay que nacer con carisma y a partir de ahí trabajar con humildad y sin descanso para conseguir que los demás te reconozcan como lo que eres. Sin liderazgo indiscutibles no hay futuro.