¿Por qué muchos votan por quien creen que va a ganar? El poder del «carro ganador» en política
Cuando un candidato se percibe como el favorito, puede desencadenar una oleada de apoyos basada más en la expectativa de triunfo que en la convicción. El efecto carro ganador o «bandwagon» explica cómo la percepción de victoria puede convertirse en profecía autocumplida en cualquier campaña electoral.
En política, no siempre se vota por convicción. A veces se vota por percepción. Por inercia. Por cálculo. En cada proceso electoral lo vemos: un candidato comienza a escalar en las encuestas, gana visibilidad, atrae cobertura mediática y, casi sin darnos cuenta, empieza a generar una sensación colectiva de inevitable triunfo. Ese fenómeno tiene nombre: es el llamado efecto «carro ganador», o bandwagon effect.
Cuando un liderazgo político comienza a ser percibido como exitoso o invencible, muchas personas tienden a sumarse a esa corriente. No necesariamente porque compartan su programa, sus valores o su trayectoria, sino porque creen que es quien va a ganar. Y a nadie le gusta estar del lado perdedor.

Este efecto tiene múltiples raíces:
- Psicológicas, porque buscamos pertenecer al grupo mayoritario o al que creemos que “acierta”.
- Pragmáticas, porque algunos votan estratégicamente: prefieren respaldar al que parece fuerte para evitar la victoria de otro que rechazan más.
- Sociológicas, porque el entorno influye: si todos a tu alrededor dicen que van a votar a un candidato, puede que termines haciendo lo mismo, incluso sin pensarlo demasiado.
Pero también tiene consecuencias políticas importantes. El efecto carro ganador puede alterar el equilibrio de una contienda. Puede desmovilizar a los votantes de otras candidaturas que ya ven la carrera como perdida. Y puede reforzar la narrativa del “ya ganamos” incluso antes de que se cuenten los votos.
Algunos ejemplos históricos
Este fenómeno no es nuevo, ni exclusivo de un país. Algunos casos ilustrativos:
- Estados Unidos, 2008: La candidatura de Barack Obama vivió una ola de entusiasmo en las primarias del Partido Demócrata. Tras las primeras victorias en Iowa y Carolina del Sur, muchos votantes y donantes que inicialmente apoyaban a Hillary Clinton comenzaron a cambiar de bando, convencidos de que Obama tenía más posibilidades de ganar, incluso sin compartir plenamente su programa.
- Brasil, 2022: Durante la recta final de la campaña presidencial, las encuestas mostraban una posible victoria en primera vuelta de Lula da Silva. Aunque no se materializó en ese momento, sí movilizó a sectores indecisos que buscaban “subirse al carro ganador” frente al rechazo al bolsonarismo. Esa percepción de victoria contribuyó a fortalecer su apoyo real en segunda vuelta.
- España, 2019: En la repetición electoral de noviembre, el PSOE logró consolidar parte del voto útil de la izquierda al proyectar una imagen de liderazgo sólido frente a la fragmentación de Unidas Podemos y la irrupción de Más País. El discurso de que “solo el PSOE puede frenar a la derecha” activó el efecto bandwagon en votantes progresistas.
Las encuestas públicas y privadas, los titulares de los medios, los algoritmos de las redes sociales y hasta las campañas de desinformación juegan un papel clave. Mostrar fuerza, aunque no siempre sea real, puede ser suficiente para atraer votos. No importa si es verdad; lo importante es que parezca verdad.
Por eso, muchas campañas se obsesionan con proyectar una imagen de avance imparable. Aunque estén lejos de tener una mayoría sólida, buscan generar un clima de victoria anticipada que arrastre a los indecisos, a los votantes estratégicos y a los que dudan.
Y aquí es donde el ciudadano debe preguntarse:
¿Estoy votando por quien realmente me representa… o por quien me han hecho creer que va a ganar?
En política, la percepción puede ser tan poderosa como la realidad. Y entender fenómenos como este es clave para fortalecer democracias más informadas, conscientes y libres.
¿Estás diseñando una campaña o comunicación política? Escríbeme y lo analizamos juntos.
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