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Ciberseguridad, geopolítica y tecnopolítica durante 2024

En esta entrega, haré algunas reflexiones sobre el ciberespacio, las tecnologías emergentes y la ciberseguridad como campos de conflictos internacionales y de diplomacia.

Coincidimos en que, con la transformación digital, la automatización y las disrupciones tecnológicas la ciberseguridad y la geopolítica han evolucionado hacia una interdependencia cada vez más compleja. En este paisaje emergente, el ciberespacio ha pasado de ser un simple entorno digital para convertirse en un campo de batalla y de diplomacia crucial para el concierto de las naciones.

Bajo esta premisa, la tecnopolítica, entendida como el impacto de las tecnologías avanzadas en las dinámicas políticas y sociales globales, ha influido profundamente en la geopolítica, especialmente en 2024. Este fenómeno se manifiesta en la forma en que las tecnologías digitales, la inteligencia artificial, la vigilancia masiva y las plataformas de comunicación remodelan las relaciones internacionales, los conflictos y las estrategias de poder global.

El año 2024 nos deja lecciones profundas sobre el impacto de los ciberataques en los conflictos internacionales, el papel de las alianzas multilaterales y el uso creciente de tecnologías avanzadas como la inteligencia artificial (IA) en la guerra y la diplomacia.

La historia da fe que los ciberataques han servido como herramientas de espionaje, de sabotaje, de guerras comerciales, de manipulación de masas, de fractura social y de propaganda, como parte del arsenal de muchos países en su afán de dominar. En 2024, el ciberespacio consolidó su papel como una dimensión clave de la guerra híbrida.

Citare algunos ejemplos destacados que dan evidencia contundente de lo que cito.

El ciberataque contra la infraestructura de la red eléctrica en Polonia en marzo de 2024, donde un grupo de hackers identificado como «Sandworm», vinculado al gobierno ruso, lanzó un ataque masivo. El ataque causó cortes de energía en varias ciudades clave, lo que afectó a hospitales y transporte público. Este acto de sabotaje buscaba desestabilizar al país en el contexto del apoyo de Polonia a Ucrania.

La tecnopolítica ha ampliado la capacidad de los estados para llevar a cabo ciberespionaje, una forma de recopilación de inteligencia que ha reemplazado en gran medida a las prácticas tradicionales. Ejemplos recientes incluyen el robo de secretos industriales por parte de grupos chinos como APT10 y la operación de espionaje de Rusia conocida como «SolarWinds» que, en 2020, pero con impactos todavía evidentes en 2024, afectó a varias agencias federales de EEUU.

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El escalamiento cibernético en el conflicto Rusia-Ucrania donde desde principios de 2024, Rusia intensificó ciberataques dirigidos a las redes energéticas y de transporte de Ucrania. Uno de los incidentes más significativos ocurrió en abril, cuando el grupo «Killnet», alineado con intereses rusos, intentó paralizar las operaciones ferroviarias en Kiev para interrumpir el suministro militar.

Ucrania, por su parte, lanzó contraataques dirigidos a sistemas satelitales rusos utilizados para comunicaciones militares. Aquí el uso de tecnologías a gran escala para la destrucción del espectro radioeléctrico ha configurado una nueva era en los conflictos internacionales.

Hemos visto además operaciones de ciberinfluencia en las elecciones de bastantes países. Hago énfasis en Brasil donde durante las elecciones presidenciales de octubre de 2024, se detectaron campañas de desinformación dirigidas por actores patrocinados por estados donde se presume que vieron su origen en Irán y Rusia, utilizando redes sociales y plataformas de mensajería.

Estas operaciones propagaron información falsa sobre los candidatos, exacerbando divisiones sociales, fracturando la sociedad y erosionando la confianza en el sistema electoral. Nada diferente en fondo, a lo que hemos visto en contextos políticos similares, momentos electorales clave y diferentes orígenes, en Estados Unidos, Costa Rica y Ecuador entre otras sociedades.

Las plataformas digitales y los algoritmos de redes sociales han sido herramientas clave para la tecnopolítica, facilitando operaciones de influencia. Otro caso emblemático en 2024 fue la intervención rusa en los debates electorales europeos, donde bots y campañas de desinformación intentaron influir en los resultados para fragmentar la cohesión de la Unión Europea.

En junio de 2024, un ataque cibernético atribuido al grupo chino «APT41» afectó las operaciones de TSMC (Taiwan Semiconductor Manufacturing Company), el mayor fabricante de semiconductores del mundo. Este ataque buscaba debilitar la economía taiwanesa y enviar un mensaje de advertencia en el contexto de las crecientes tensiones entre China y Taiwán.

El dominio de la tecnología 5G y la carrera por la supremacía en inteligencia artificial han sido frentes críticos. En 2024, Estados Unidos intensificó las restricciones a la exportación de semiconductores avanzados a China, mientras que este último promovió una «alianza tecnológica» con países en desarrollo, creando bloques tecnopolíticos que impactan alianzas económicas tradicionales.

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En septiembre de 2024, hackers vinculados a grupos iraníes llevaron a cabo ataques de ransomware contra hospitales en la costa este de los Estados Unidos. Estos incidentes, además de generar daños económicos, pusieron en riesgo vidas humanas al interrumpir sistemas críticos de atención médica. En la costa oeste por su parte, vivimos ataques contra infraestructuras criticas para el abastecimiento de hidrocarburos y de suministro de agua.

En respuesta a estas amenazas, alianzas como la OTAN, el G7 y diversos acuerdos regionales reforzaron su enfoque en la ciberdefensa. Algunos desarrollos clave incluyen a la OTAN y la declaración de la ciberseguridad como una dimensión operacional, durante la cumbre de julio de 2024 en Bruselas.

En esta cumbre la OTAN reafirmó que un ciberataque significativo podría activar el Artículo 5 sobre defensa colectiva. Este compromiso se puso a prueba tras el ataque a Polonia, donde se desplegaron ciberexpertos de aliados como Estados Unidos y Alemania para restaurar sistemas afectados.

También sabemos acerca del G7 y la regulación de tecnologías emergentes con motivo de la reunión de abril de 2024 en Tokio. En esa reunión, el G7 aprobó estándares éticos para el uso de IA en ciberseguridad. Se anunció una iniciativa de intercambio de inteligencia en tiempo real entre sus miembros, que permitió prevenir un ataque masivo contra bancos en Reino Unido en septiembre de este mismo año.

Destaco también acuerdos regionales en Asia-Pacífico entre Japón, Corea del Sur y Australia, quienes crearon en 2024 la Alianza Cibernética del Indo-Pacífico (IPCA, por sus siglas en inglés) para fortalecer la ciberseguridad en la región. Esta alianza jugó un papel clave en neutralizar un ataque atribuido a Corea del Norte que también intentó sabotear sistemas financieros en Tokio.

Mientras la tecnología transforma el mundo, emerge también la inteligencia artificial como un factor decisivo tanto en la ciberguerra, como en la diplomacia. Por ejemplo, en el conflicto entre Ucrania y Rusia, ambas partes ha utilizado IA para analizar patrones de ataque y defensa. Se sabe que, en abril de 2024, Ucrania empleó algoritmos avanzados para identificar y bloquear en tiempo real un ataque masivo dirigido a sus redes de telecomunicaciones.

La tecnopolítica también se refleja en la militarización de tecnologías avanzadas. En 2024, se informó que Rusia estaba probando drones autónomos en Ucrania equipados con algoritmos de IA para identificar y atacar objetivos. Mientras tanto, EEUU y sus aliados de la OTAN desplegaron sistemas de defensa impulsados por IA capaces de interceptar misiles hipersónicos.

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En septiembre de 2024, el Departamento de Estado de EEUU utilizó IA para predecir el impacto de las sanciones económicas en Irán, permitiendo ajustar políticas antes de que provocaran inestabilidad regional. De manera similar, la Unión Europea usó herramientas basadas en IA para mediar en tensiones entre Serbia y Kosovo.

En 2024 también la NSA implementó un sistema basado en IA para detectar infiltraciones cibernéticas chinas en redes gubernamentales estadounidenses. Este sistema permitió neutralizar un intento de robo de datos clasificados en menos de 24 horas.

Podríamos continuar esta lista de eventos en los que la tecnología ha impulsado la geopolítica, no obstante; ¡sería una maratónica alucinante! Así que mejor analicemos algunas lecciones aprendidas con la vista puesta en el futuro.

El año 2024 nos deja con una comprensión más clara de cómo las tecnologías emergentes transforman el ciberespacio en un terreno de conflicto, un imaginario pletórico de personas diferentes moral o éticamente; donde se requiere la colaboración internacional para enfrentar amenazas comunes. La tecnopolítica continuará redefiniendo la geopolítica al establecer nuevas reglas del juego donde el poder tecnológico será tan importante como el militar o económico.

Un ciberespacio donde la preparación ante ataques a infraestructuras críticas y cadenas de suministro debe ser una prioridad y donde los marcos internacionales deben garantizar que la IA se utilice de manera ética y responsable, minimizando el riesgo de su mal uso.

Debemos como sociedad aprender y comprender que el ciberespacio seguirá siendo una arena dinámica y desafiante de cara al futuro, entendiendo que su impacto en la geopolítica y adaptarse rápidamente será esencial para garantizar la estabilidad global.

En este día...

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