Dado que los amigos del Observatorio de Neutralidad Tecnológica, un proyecto en el que además participa Linux Español, Hispalinux e Iniciativa Focus, me han hecho darme cuenta que hay que tener cuidado con la definición de Neutralidad Tecnológica, quiero matizar mi opinión al respecto. Y en ese sentido, apoyo el concepto de neutralidad tecnológica en su definición de que las administraciones no pueden decantarse por una u otra marca y que por lo tanto deben realizar definiciones neutras de sus componentes (sean hardware o software), que en realidad es lo que promulga el observatorio; y es que cualquier ciudadano, independientemente de la plataforma que use, pueda acceder a los servicios telemáticos en igualdad de condiciones. Según uno de sus creadores, José María Lancho: «El hecho de que no haya concursos públicos en lo relativo al software no tiene que ver con una aplicación concreta de la neutralidad tecnológica, sino más bien de todo lo contrario. La tecnología no es neutral, claro que no lo es!, pero hay que hacer por que lo sea. Lo contrario es depender de una sola empresa o tecnología para el desarrollo de la infraestructura informática de la sociedad democrática. Esto es el fin de cualquier ilusión de sociedad abierta. De ahí que el software libre o abierto puede tener mucho menos miedo a este concepto porque la obligación de estándares y formatos abiertos es una necesidad de la neutralidad tecnológica y de que sea la propia sociedad democrática la que tenga el control sobre su infraestructura informática.»
Lo que no apoyo y me opongo frontalmente es al concepto de neutralidad tecnológica de Microsoft y sus amigos, a ese que constantemente sacan en cada momento que una administración pública plantea una migración a software libre, y que más o menos lo que viene a decir, es que ninguna administración pública puede apostar por software libre, ya que entonces les deja fuera, pero.. como todos sabemos, apostar por software libre no es sólo apostar por futuro (ya que cualquiera puede mantener, actualizar o mejorar el software), por ahorro de costes o políticas más democráticas (garantizando que cualquier ciudadano pueda ver como están siendo tratados a nivel de aplicación sus datos y apostando por la creación de riqueza en la zona), sino que además, nadie impide que Microsoft, o cualquier otra empresa privativa que lo desee, pueda presentarse y ganar un concurso, sólo es necesario que cumplan con las cuatro libertades del software libre 😉
En resumen, es una lucha desigual, ya que las empresas de software privativo pueden ser compatibles con tecnologías estandar pero las empresas de software libre no pueden hacer software comptible con el privativo. Por eso neutralidad no significa 50% para cada uno, y lo más fácil para definir neutralidad es cumplir con los estándares abiertos, la única forma de asegurar la neutralidad tecnológica. Por eso, la administración pública debe centrarse en que el software que contrata y/o realiza cumpla estrictamente los estándares, y así, las aplicaciones puedan ser interoperables y la competencia sea justa.