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Remontar una campaña política: tácticas de último momento

Tácticas de última milla: cómo ganar cuando todo parece perdido

Gestionar con éxito una campaña política requiere que muchos factores se alineen y complementen entre sí. Muchas veces, aunque se diseñan y aplican estrategias bien definidas, se tiene al mejor equipo o se cuenta con las mejores propuestas, una campaña puede estancarse, o definitivamente, precipitarse al fracaso.

No obstante, es clave saber identificar este punto de quiebre, e intervenir en el momento adecuado con acciones efectivas, que puedan transformar el camino del fracaso, en uno de éxito inesperado. En política, nunca hay que dar nada por sentado, y un cambio de estrategia de última hora, puede convertir en ganadora cualquier candidatura que haya sido descartada.

Por eso, en esta entrada nos enfocaremos en señalar cuáles son las tácticas y herramientas de último momento, que suelen ser útiles para reencauzar hacia el éxito una campaña que parece perdida. Si no es tu caso, y aún tienes tiempo, te recomiendo estos otros post:

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¿Cuándo es momento de actuar? Diagnóstico y acción en tiempo real

Más allá de los resultados de encuestas o sondeos, sabemos que una campaña ha entrado en crisis porque hay señales claras de poca o ninguna conexión con el electorado.

Los mensajes no generan capacidad de convocatoria, o interacción con la ciudadanía, y a menudo, la candidatura, en lugar de posicionar su narrativa, debe defenderse de los ataques de los medios o adversarios. Al interno, el equipo puede tornarse divido, desmotivado o estático, y por supuesto, las estrategias implementadas no generan los resultados esperados.

Antes de entrar en pánico o tomar decisiones apresuradas, en este momento es fundamental hacer una pausa e iniciar un diagnóstico rápido. De esta forma, podrá identificarse qué está fallando y cómo dar un giro a las estrategias para revertir el mal momento.

Con este diagnóstico deberá poderse identificar dónde y en qué momento ha fallado la estrategia, y, sobre todo, cuál es la percepción actual de la ciudadanía respecto a la campaña. ¿Qué está diciendo la gente (en la calle y en redes)?, ¿qué mensajes están dominando la conversación?, ¿cuál es el punto actual de la campaña respecto al objetivo trazado?

Este análisis debe ser ágil y sin filtros, además debe integrar a todos los miembros del equipo. Al mismo tiempo, se debe hacer un especial enfoque en los datos: encuestas (internas y externas), datos territoriales, digitales y lo que dice el votante real.

Cambio de estrategia, giro narrativo y mensajes de emergencia

Una vez se ha detectado cuál es el fallo en la estrategia y la percepción de la ciudadanía sobre la campaña, inmediatamente debe lanzarse un mensaje simple, emocional y contundente. Aquí, el problema en muchas ocasiones es que la candidatura y todo el equipo está inmersa en una endogamia política total, sin la visión experta y externa de alguien que les pueda realizar un diagnóstico franco y certero, y por lo tanto, no son capaces de salirse del bucle vicioso.

En este punto y dado que se cuenta con poco margen de maniobra, esta nueva narrativa o mensaje debe ser construido detalladamente para que impacte a profundidad no solo en los votantes indecisos, sino que también sepa llegar a quienes se han formado una falsa imagen sobre la candidatura.

Solo así podrá abrirse una nueva ventana de oportunidad que fomente la conexión entre la ciudadanía y el proyecto político, y que esto a su vez se refleje en una participación favorable el día de las elecciones.

Dicho mensaje debe enfocarse en un tono lo más simple y humano posible, ser completamente directo y apelar a la emocionalidad: El arte de comunicar en política: 5 claves para un discurso persuasivo y auténtico.

En este sentido, suelen ser útiles mensajes o tonos disruptivos, capaces de mover el foco del momento político o del adversario, y situarlo en la propuesta o idea de la campaña que busca posicionarse en la mente del colectivo.

Para ello, es fundamental tener muy bien estudiada la ciudadanía, lo que espera, y la emoción predominante del momento. Hacer énfasis en lo emocional, permitirá convertir ese mensaje en inspiración para la acción.

Es decir, no basta con hacer un giro narrativo, sino que es fundamental que este invite realmente a la gente a sumarse al proyecto político. Por ejemplo, convocando a otros, difundiendo el mensaje y por supuesto votando a favor de la candidatura.

Este cambio de narrativa debe convertirse en el centro de la estrategia, y visibilizarse rápidamente en todos sus frentes: redes sociales, publicidad, imagen del candidato, intervenciones en medios, y por supuesto, en el contacto directo con las personas.

Acción directa y en terreno

Ante una situación de crisis en la que el tiempo apremia, hacer énfasis en el contacto directo y en terreno con la ciudadanía, es una de las tácticas de última milla que mejores resultados puede generar. Por eso, salir a la calle y hablar con la gente en las plazas, mercados o barrios, debe estar en el centro del cambio de estrategia.

El contacto directo entre candidato, equipo y ciudadanía, tiene un poder de persuasión que ningún anuncio digital o pauta publicitaria puede igualar. Y cuando se trata de la recta final de la campaña, cualquier intercambio de palabras, argumentos, apretón de manos y calidez real, puede traducirse en un cambio de opinión, una duda resuelta y un voto a favor. Siempre decimos, que si el candidato es capaz de tocar a toda la ciudadanía, ese candidato es invencible (pero obvio, no hay tiempo ni recurso material que permita lograr llegar a todos).

Por eso, es clave organizar recorridos intensivos, visitas a sectores estratégicos, encuentros improvisados en comunidades y espacio público que muestre la presencia real del proyecto político. Así como sus propuestas y liderazgo de una manera más directa y tangible para la ciudadanía.

Para hacer este proceso eficiente, debe conocerse muy bien el territorio, y tener los lugares de abstención, voto volátil o indecisos, bien identificados. Es decir, no se trata de cubrir todo el mapa, sino generar acciones asertivas allí donde estas puedan convertirse en mejores resultados para la campaña. Para ello, una correcta estrategia de tierra, con un segmentado preciso, juega un papel fundamental.

Aliados inesperados y apoyos estratégicos

Cuando una campaña parece estancada en el tiempo y en declive, los eventos inesperados siempre traen frescura y movimiento. Por eso, considerar ampliar el espectro de apoyos sociales y políticos a la campaña, incluso si se trata de personajes inesperados, puede ser una excelente estrategia para posicionarla mejor.

Sumar respaldos externos puede producir dos efectos clave, por un lado, ayuda a recuperar la narrativa de crecimiento y apertura al sumar nuevas voces al proyecto. Y por otro, a mostrar capacidad de diálogo, negociación y cogobierno.

Además, la disposición para salir del círculo habitual y tender puentes hacia otras figuras, partidos, organizaciones o líderes de opinión con alta legitimidad, genera una percepción de apertura, e inclusión.

De hecho, habla de un proyecto político diverso, capaz de alinearse con distintos intereses. A veces, un solo respaldo simbólicamente fuerte puede inclinar la balanza o darle credibilidad a una campaña que parecía desahuciada.

Sin embargo, pese a lo valioso que puede ser sumar otros actores y visiones, es importante no hacerlo de forma automática o forzada. Es decir, todas las adhesiones deben tener un sentido y una historia coherente que lo justifique.

No se trata solo de una foto, cada apoyo debe representar algo importante y de impacto para la campaña y transmitir un mensaje más allá del personaje.

Táctica de contraste, la importancia de marcar la diferencia

Cuando el tiempo apremia y una campaña va en picada, es común que muchos equipos decidan caer en tácticas poco éticas como el ataque directo basado en guerra sucia. Y este es uno de los principales errores. Estrategias como estas, más que debilitar al rival, deterioran la propia credibilidad y ahuyentan al electorado.

Antes que recurrir a estas prácticas es fundamental analizar quiénes disputan la elección, cuáles son sus fortalezas, debilidades y sobre qué aspectos ha girado su campaña. Una vez esto está claro, se debería implementar una táctica de contraste. Esto es, marcar una diferencia clara entre el candidato y sus rivales, sin caer en la difamación o el conflicto vacío, y sobre todo, siendo muy coherentes y creativos.

En este sentido, se debe apelar a dos cosas, por un lado, todas las fortalezas de quien aspira al cargo, respecto a las debilidades de sus rivales. Y en segundo lugar, señalar todas aquellas debilidades, incoherencias o vacíos, como aspectos riesgosos o negativos para la ciudadanía.

¿Cómo hacerlo sin caer en la guerra sucia? Haciendo contraste. El contraste debe estar anclado en una narrativa clara: “esto es lo que ellos representan, esto es lo que nosotros proponemos”.

Lo anterior, en lugar de destruir, busca elevar la percepción de la candidatura desde los propios ejes de su campaña. Al tiempo que genera dudas legítimas sobre la alternativa rival en relación con los intereses y problemas de la ciudadanía. Invitando a cada persona a elegir a consciencia y de manera informada.

Además, el contraste puede aprovecharse para reforzar el mensaje central de la campaña o el mensaje de emergencia. Si se está proponiendo renovación, cambio o transformación, se pueden contrastar estilos y formas de hacer política, señalando incoherencias del rival. Si se apela a la experiencia, se pueden mostrar los riesgos de la improvisación o la inestabilidad en el adversario.

Con todo, se trata de mostrarse con seguridad, apertura y creatividad, como la mejor opción para el electorado y sus intereses.

Aunque todo parezca perdido, aún hay partida por jugar

En definitiva, las campañas políticas nunca son lineales y en contextos electorales, nadie tiene realmente la última palabra. Por eso, subestimar el factor sorpresa es un error grave, al igual que lo es no aprovechar cualquier espacio para transformar un panorama desalentador en el impulso necesario para remontar una contienda.

La clave para ello consiste en un equipo y proyecto capaz de resistir e innovar estratégicamente, hacer una lectura cuidadosa del contexto y sobre todo, tener una gran capacidad para adaptarse y tomar riesgos. En este sentido, cuando la última milla parece conducir al desahucio, es fundamental tener una capacidad de respuesta rápida, creativa, y saber reconstruir una narrativa de confianza y movilización. Y si tienes dudas de como hacerlo, aquí una nueva recomendación: 10 consejos para diseñar la estrategia de la campaña electoral.

Como resumen, una campaña que reacciona a tiempo, que tiene el coraje para cambiar el rumbo y reencender el entusiasmo, comunicando con autenticidad y emocionalidad, puede revertir tendencias y escribir otro final.

En este día...

Ramón

Apasionado del Conocimiento Libre y de las personas. Autor de Software Libre y Comunicación

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