Un país marcado por la polarización política, la corrupción y la inestabilidad institucional se prepara para unas elecciones que podrían definir su rumbo democrático.
Honduras se prepara para una nueva cita electoral. Los y las ciudadanas, acudirán a elecciones generales el próximo 30 de noviembre para elegir tanto a su nuevo presidente, como a 128 diputados del parlamento local, y 20 del parlamento centroamericano. Así como alcaldías y vice alcaldías.
Tal como sucede con otros países de la región, Honduras enfrenta fuertes desafíos en materia de legitimidad y democracia interna. Desde una oposición dividida, hasta un partido oficialista con poder excesivo y unas Fuerzas Armadas con injerencia política. Al tiempo que otras problemáticas relacionadas con inseguridad, desempleo, emigración, índices de criminalidad, narcotráfico y corrupción.
Considerando este panorama, así como las irregularidades presentadas durante las elecciones primarias del pasado 9 de marzo. Las próximas elecciones generales podrían estar marcadas por escenarios altamente volátiles y riesgos de crisis institucional por falta de legitimidad en el escrutinio de los resultados. Con esto en mente, exploremos más a fondo cuál es el panorama electoral, candidatos y principales temas de la agenda.
Honduras 2025, escenario político y principales candidatos
Aunque en los últimos meses nuevos partidos se han inscrito ante el Consejo Nacional Electoral (CNE) para participar en las próximas elecciones. El panorama electoral de Honduras sigue estando fuertemente dominado por tres partidos. El partido oficialista Libertad y Refundación (LIBRE), el Partido Nacional Hondureño (PNH) y el Partido Liberal (PL).
Las tres organizaciones definieron sus designados presidenciales el pasado 9 de marzo en unas elecciones primarias cuestionadas por serias irregularidades en materia de logística y transparencia electoral. Tras los resultados, se conocieron las candidaturas de Rixi Moncada, por el partido LIBRE, Nasry Asfura por el PNH y Salvador Nasralla por los liberales. Tanto el candidato del Partido Nacional como del Partido Liberal han sido ratificados este pasado fin de semana en sendas convenciones nacionales.
Del lado oficialista, la candidatura de Moncada, ex magistrada del CNE, ha sido cuestionada al representar la continuidad de la actual administración, sigue siendo ministra de defensa. La cual ha sido fuertemente señalada de excesiva acumulación de poder, e injerencia indebida en instituciones paralelas como el mismo CNE, el ministerio público y el Tribunal Superior de Cuentas. Sumado a esto, el partido y el gobierno de Castro han acumulado una imagen negativa por la influencia que, tras bambalinas, todavía sostiene el expresidente Zelaya. Además, no logra conectar ni emocionar, por más intentos últimos de hacer videos más personales.
Por su parte, en la oposición, el panorama se caracteriza por poca cooperación y pugna al interior de los partidos mayoritarios. Por ejemplo, del lado del PNH, las disputas internas entre Asfura y David Chávez, han debilitado su cohesión. Mientras que la reputación del partido lucha todavía con la condena impuesta por narcotráfico a su anterior líder.
En el caso del Partido Liberal, cuyo candidato electo es Salvador Nasralla, desde ya catalogado como outsider, pesa un historial cuestionado por haber hecho parte del gobierno actual como vicepresidente, cargo al que renunció en 2024 y por liderar el voto protesta, pero mostrar falta de estructura e inconsistencias.
Aunque ambas fuerzas podrían unirse para derrotar al partido en el poder, existen pocos indicios de que así lo pretendan (solo tienen hasta el 30 de mayo para oficializarlo). Más bien parecen enfrascarse alrededor de sus propias pugnas internas, algo que sigue beneficiando al oficialismo de cara a las elecciones.
Elecciones y debilidad institucional
Además de un panorama político-partidista complejo, el contexto institucional también plantea serios retos para las próximas elecciones. Por un lado, el CNE ha perdido credibilidad al percibirse como politizado y manipulado por el oficialismo. Mientras que las Fuerzas Armadas también parecen estar fuertemente cooptadas, haciendo que su injerencia política haya aumentado visiblemente en el último tiempo.
En este sentido, según un informe publicado por NODO Lab, un laboratorio de investigación estratégica independiente que analiza el panorama electoral en Honduras. La politización de Fuerzas Armadas hondureñas ha sido progresiva durante la administración de Castro. Al punto de que su cúpula militar actúa más como un amplificador del discurso gubernamental que como fuerza neutral en términos políticos.
Corrupción, desempleo e inseguridad, los principales temas de la agenda
Honduras sigue acumulando una serie de problemas estructurales importantes que impiden un desarrollo competitivo y amenazan cada vez más su estabilidad, teniendo una gran parte de su población en la economía informal. La actual campaña no puede ser ajena a dichos temas, y para ganar la confianza y legitimidad de la ciudadanía, cada uno de los candidatos deberá proponer soluciones estratégicas, enfocando su plan de gobierno y campaña alrededor de ejes como:
- Corrupción: sin duda, este es uno de los temas que sigue destacando dentro de las problemáticas más arraigadas en la política y sociedad hondureña. Los casos recientes de malversación de fondos públicos, junto con la falta de avances sustantivos en la lucha contra la impunidad, alimentan la percepción de que el sistema de justicia opera bajo lógicas de cooptación política. Y no solo eso, dichas prácticas, contribuyen al debilitamiento institucional y a la pérdida de confianza ciudadana, socavando aún más la democracia. Aunque la actual presidenta prometiera la llegada de una comisión internacional contra la corrupción, la CICIH, acaba su mandato sin realizarlo.
- Seguridad y criminalidad: de acuerdo con el Centro de Estudio para la Democracia, Honduras se enfrenta a un grave riesgo de crisis y debilidad institucional que derivan en una incapacidad para resolver problemas graves de violencia y criminalidad. Por ejemplo, en 2024, el país registró la tasa de homicidios más alta de Centroamérica, con un 24,5% de asesinatos. Adicionalmente, la presencia del crimen organizado ligado al narcotráfico y su capacidad de penetración en las instituciones resulta altamente preocupante. Los vínculos entre políticos y narcotraficantes no solo debilitan la estabilidad y transparencia institucional, sino que aumentan mucho más la percepción de desconfianza ciudadana, aumentando la crisis de legitimidad del Estado. Resonado el video del cuñado de la presidenta y hermano del líder Mel Zelaya, pidiendo la mitad para el comandante.
- Desigualdad, desempleo, economía informal, pobreza y otros problemas estructurales: además de las variables anteriores, Honduras sigue figurando como uno de los países con uno de los índices de pobreza más altos de la región con un 56%. Al mismo tiempo, en servicios básicos como el sanitario, persiste una situación extremadamente preocupante, “el país no tiene ni siquiera una cama hospitalaria por cada mil habitantes”. Lo mismo sucede en materia educativa, ya que cuatro de cada 10 niños, niñas y adolescentes permanecen ausentes de los centros educativos.
- Relaciones internacionales: por su parte, el panorama internacional también jugará un rol importante en estas elecciones. El gobierno de Xiomara Castro ha mantenido una posición a dos bandos frente a EE. UU. y China, lo que ha generado tensiones diplomáticas. Por un lado, la discusión sobre las bases militares estadounidenses, así como la posible adhesión a tratados con China, pueden volverse puntos álgidos de campaña. Especialmente para los sectores más conservadores y nacionalistas.
En definitiva, se trata de una agenda altamente exigente y desafiante, no solo en materia de gobierno y gestión, sino también de conexión con una ciudadanía harta de escándalos de corrupción, acumulación de poder y ausencia de soluciones que mejoren su calidad de vida.
Riesgos democráticos y posibles escenarios electorales
Tal como lo plantean algunos informes que analizan el panorama electoral hondureño. Las condiciones actuales generan un escenario altamente volátil e inestable. Sin embargo, pueden vislumbrarse ciertas tendencias con base en el comportamiento del oficialismo y de las demás fuerzas políticas que aspiran a la presidencia.
Dichas tendencias podrían girar en torno a tres posibles escenarios:
- Victoria ajustada del partido oficialista LIBRE: este podría ser un escenario viable considerando la fragmentación de la oposición y la excesiva acumulación de poder político e institucional de la actual administración. Así como a prácticas bastante arraigadas, vinculadas con la corrupción. Entendiendo que a pocos días del cierre de posibles coaliciones (30 de mayo), ni PNH ni PL apuestan por ir juntos ante lo que si sería una más que segura victoria.
Una victoria de LIBRE le permitiría mantener su control institucional, pero aumentaría los cuestionamientos sobre la legitimidad del proceso. Especialmente si persisten las dudas sobre la imparcialidad del Consejo Nacional Electoral (CNE) y las fuerzas armadas. En un contexto de escasa transparencia, esta continuidad podría desembocar en un mandato débil y crecientes movilizaciones opositoras.
- Victoria de la oposición: esta victoria, estaría probablemente liderada por Salvador Nasralla, sin descartar a Tito Asfura. No obstante, contemplando la fuerte influencia del actual partido de gobierno sobre todo el aparato estatal, incluido el militar, habría que evaluar la posibilidad real de una transición efectiva de poder sin bloqueos. El riesgo aquí radica en un gobierno electo sin capacidad real de ejercer su poder, enfrentado a una institucionalidad leal al oficialismo saliente.
- Crisis institucional o conflicto violento: podría ser el escenario más preocupante derivado de posibles denuncias de fraude, falta de reconocimiento de resultados y fractura del orden institucional. En este sentido, el precedente de las primarias es importante considerarlo, evaluando tanto el papel que ha jugado el oficialismo, como el descontento ciudadano frente al mismo.
- Golpe «blando»: un escenario cada vez más alejado, pero aún real, sería la «desconvocatoria» de las elecciones con cualquier pretexto y mantenerse la familia Castro-Zelaya en el poder.
En este contexto, el rol de las Fuerzas Armadas, históricamente influyentes, se vuelve incierto, especialmente si deciden respaldar un bando político. Por lo mismo, la veeduría internacional del proceso electoral se hace cada vez más urgente y necesaria como garantía para sostener la estabilidad y el orden institucional.
En definitiva, las próximas elecciones a celebrarse en noviembre, medirán la capacidad de resiliencia y estabilidad de la democracia Hondureña, ya afectada por graves problemas de corrupción y crisis institucional.
El próximo liderazgo no solo tendrá que competir con un partido oficialista que ha logrado cooptar exitosamente gran parte del aparato estatal, sino también con una ciudadanía poco confiada en la política y la gestión de sus líderes. El sentimiento mayoritario en el país es de indignación y deseo de cambio, pero no a cualquier precio. De igual manera existe un porcentaje importante en la población de apatía, ante lo que puede considerarse que nada cambia y que no sirve votar.
Igualmente, las dudas que pesan sobre la gestión del CNE, así como lo sucedido en las primarias, marcan un preocupante precedente electoral que amenaza con unos comicios poco transparentes y democráticos. Por lo tanto, la veeduría internacional y la presión de los demás partidos y ciudadanía al gobierno actual, van a ser claves para garantizar unas elecciones con normalidad.
Con todo, Honduras se enfrenta a un dilema urgente: o profundiza su deriva autoritaria y su crisis institucional, o inicia una reconstrucción democrática basada en la pluralidad y el respeto a las reglas del juego. El tiempo para decidirlo comienza ahora.