Rearme y seguridad: dos palabras en plena guerra
Una vez más, George Lakoff irrumpe en el debate sobre comunicación política. Los marcos conceptuales y las metáforas en política encuentran un referente en este investigador estadounidense, activo militante del progresismo y agudo denunciante de las triquiñuelas semánticas de sus opositores liberales (en terminología europea).

Los líderes de España e Italia, Pedro Sánchez y Giorgia Meloni, tan distantes en el espectro ideológico pero tan próximos estos días en cuestiones de vocabulario político, han mostrado un inusual alineamiento. Ninguno quiere que la Unión Europea hable de rearme para justificar el aumento del presupuesto militar de la organización. La guerra en Ucrania ha dejado al descubierto la fragilidad de Europa sin el paraguas de Estados Unidos, aliado y socio protector desde la posguerra. Pero la palabra rearme hace temblar a las opiniones públicas nacionales: enciende las alarmas de los sectores pacifistas y, en el caso de España, desestabiliza un gobierno sostenido por un pacto frágil. Los socios de Sumar se atragantan con el término, incómodos con sus ecos belicistas.
Porque rearme evoca la compra de armas, el avance de los carros de combate, la maquinaria letal al servicio del complejo industrial que vende muerte sin mirar más allá del balance de beneficios. (Disculpen el énfasis metafórico). Mejor es hablar de seguridad, de protección, un marco mental más humano, menos beligerante, más cálido y, en definitiva, más aceptable.
La derecha radical estadounidense ha perfeccionado este arte. Frank Luntz, maestro en la construcción de narrativas políticas y estratega del Partido Republicano, sabe que el lenguaje moldea la percepción pública. En Estados Unidos, los conservadores son expertos en manipular estos marcos a su favor, mientras que los progresistas, atrapados en la denuncia, rara vez logran revertirlos.
Luntz lo formuló con claridad: las palabras de la pregunta condicionan la respuesta. La gente se muestra más favorable a la exploración energética que a las prospecciones petrolíferas, aunque en la práctica sean lo mismo: un enjambre de perforadoras buscando oro negro. Del mismo modo, sin necesidad de encuestas, sabemos que la ciudadanía aceptará mejor un aumento presupuestario para la seguridad europea que un incremento del gasto militar. En el último caso, resuenan las botas de la soldadesca y el eco de los casquillos al caer.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha tomado nota de la estrategia hispano-italiana. En su última comparecencia evitó mencionar la palabra rearme y se subió al carro de la seguridad colectiva.
La batalla de las palabras suele preceder a cualquier conflicto humano. Que se lo digan a Churchill.
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