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El poder en escena: cómo los símbolos moldean la política

Escenografía política, ¿qué nos dicen los espacios, colores y ambientes sobre el poder?

En términos generales, la escenografía es una técnica o expresión artística que se enfoca en el diseño y decoración de espacios destinados a la representación de un acto. Dichos espacios, combinan diversos elementos visuales que buscan transmitir de forma directa, simbólica o idílica una idea, imagen o narrativa.

Cuando llevamos este concepto a la política o al poder, nos encontramos con formas, o una forma de disponer símbolos, colores, decoración, imágenes, entre otros. Todo esto, con el fin de afianzar una idea de poder o un relato político.

A continuación, analizaremos cómo funciona la escenografía política en la percepción y asimilación del poder y cómo se expresa en algunas naciones y personajes políticos. Aprovecho para invitarte a leer 3 errores de imagen que pueden hundir a cualquier candidato (y cómo evitarlos) artículo que considero antesala del que estás leyendo ahora mismo.

Qué es la escenografía política

La escenografía política es el proceso que diseña, compone y permite la puesta en escena del poder. Por lo tanto, puede comprenderse como una técnica, o incluso un arte, a partir del cual se disponen y combinan elementos visuales, espaciales, simbólicos y ornamentales, para generar un mensaje no textual alrededor de lo político o del poder.

Es algo que ha estado presente a lo largo de los siglos en todos los imperios, naciones, partidos políticos y otros movimientos. Igualmente, ha sido instrumentalizado por políticos y líderes mundiales para posicionar su imagen. Y como más actual, tenemos a Trump y su rosaleda anunciando el día de la liberación.

A diferencia del mensaje textual u oral, como los discursos, la escenografía política se basa en lo visual, simbólico y sensorial. De esta manera, se busca impactar sutilmente los sentidos y el inconsciente colectivo, dejando la impronta de un relato político determinado, así como cierta carga emotiva.

Para ello, la escenografía política, al hablar en sí misma de los espacios del poder, contempla tanto los lugares públicos, donde la arquitectura es central, hasta los recintos cerrados y controlados. O incluso, pequeños espacios personales, como el familiar, pueden enmarcarse dentro de esta idea.

En esencia, es una herramienta clave para la teatralidad del poder, en la que cada elemento tiene un propósito estratégico.

Cómo influyen los espacios, colores o arquitectura en la percepción del poder

La escenografía política no solo refleja el poder, sino que lo legitima, lo construye e incluso lo impone sin necesidad de discursos o coerción. Los espacios públicos y cerrados —desde plazas y monumentos, hasta parlamentos y oficinas—encarnan una simbología que refuerza el relato institucional y la autoridad del Estado.

Dicho relato puede estar anclado a la historia, el resultado de guerras, procesos de colonización o la formación democrática de un Estado-nación. Sin embargo, no es estático y evoluciona según las visiones de cada gobierno. Ejemplos icónicos de esta dinámica son la Plaza Roja de Moscú y la Puerta de Brandeburgo en Berlín, ambas se han resignificado a lo largo del tiempo, pero también han conservado elementos clásicos que evocan cierto pasado.

Por su parte, otros espacios como las grandes plazas y avenidas evocan grandeza, jerarquía y control, pero también proximidad entre el Estado y la ciudadanía. En consecuencia, suelen ser escenarios de discursos y concentraciones políticas masivas. En contraste, espacios cerrados, como parlamentos, palacios y oficinas, están cuidadosamente diseñados con colores, símbolos e imágenes que refuerzan la solemnidad y el dominio del poder.

Estos elementos no solo impactan la percepción pública, sino que moldean el imaginario colectivo sobre la autoridad y el liderazgo. Para entender mejor cómo se expresan en distintos contextos, a continuación, exploraremos los casos de Rusia y Alemania, dos ejemplos que ilustran contrastes y continuidades en la escenificación del poder.

Escenografía del poder, el caso de Rusia

Rusia es uno de esos estados que en que la escenografía política combina cuidadosamente el legado de dos grandes etapas y tradiciones, la zarista y la comunista, con elementos contemporáneos. En conjunto, esta tríada de elementos proyecta un relato de poder basado en la estabilidad, tradición, dominio y control.

Los espacios que mejor expresan estas características son el Kremlin, con sus palacios y catedrales, la Plaza Roja y el mausoleo de Lenin. El Kremlin, como centro simbólico de poder, se caracteriza por grandes murallas y torres que evocan la vigilancia, el control y la impenetrabilidad del poder.

Sus espacios interiores, como oficinas o salones, son famosos por exhibir una gran opulencia, propia de su pasado imperial, a partir de espacios amplios, grandes puertas, lámparas sofisticadas y la predominancia del color blanco y dorado que evocan liderazgo, grandeza, autoridad y sacralidad.

Por su parte, la Plaza Roja, como un espacio del poder popular, se caracteriza por su amplitud y simetría. Es un espacio diseñado para la movilización masiva y la escenificación del liderazgo en grandes eventos políticos o militares. Así como para transmitir una sensación de protección que ofrece el poder absoluto del Estado, pero también, del control que ejerce sobre los ciudadanos.

En este caso, el color rojo es el protagonista, simbolizando la fuerza, la revolución y el sacrificio, valores propios de la época soviética y comunista. A modo general, el uso del rojo y el dorado, simbolizan y transmiten la continuidad entre la monarquía, la imponencia del poder presidencial actual y la importancia de la figura del líder.

Todos estos símbolos y elementos son usados constantemente por Putin, el personaje central del poder ruso, en sus diferentes actos, discursos y eventos. Putin privilegia el uso de grandes salones como el de San Jorge (Kremlin) donde, por lo general, el uso de grandes mesas u otros elementos, garantizan una distancia considerable entre él y sus interlocutores.

Lo anterior afianza la imagen de un líder inaccesible y distante, al tiempo que imponente y fuerte por todo aquello que le rodea. Por último, además del rojo y el dorado clásico, Putin suele emplear a menudo el azul oscuro y el negro, como muestra de control absoluto y disciplina férrea.

Escenografía y espacios de poder en Alemania

A diferencia de Rusia, en Alemania, la representación del poder a través de los espacios y otros elementos visuales, está marcada por la sobriedad, la transparencia y el equilibrio entre modernidad y tradición.

Si en Rusia podemos ver espacios grandes y opulentos, producto del legado imperial. En Alemania se cuela otra narrativa que está muy ligada a su historia más reciente, en particular, a la impronta de la Segunda Guerra Mundial, y la necesidad de definir una nueva narrativa nacional e institucional.

Es por esto que la estética alemana y la escenificación del poder, a través de sus espacios, edificios y símbolos, busca estar más cercana a valores democráticos, y a la estabilidad, apertura y responsabilidad.

El Reichstag, o sede del parlamento, es uno de los espacios más simbólicos en este sentido. Se caracteriza por combinar dos estilos, una estructura neoclásica del siglo XX que evoca continuidad histórica, junto con una gran cúpula de cristal en su respaldo, aspecto que simboliza transparencia, apertura democrática y deliberación.

Esta estructura permite además que las personas puedan dar un paseo a través de ella y ver qué sucede en el interior, lo que envía un mensaje de que es la ciudadanía la que tiene el control del poder. Su interior es sobrio y práctico, sin mayor opulencia o excentricidad.

Por su parte, la arquitectura y espacios institucionales de Berlín, su capital, también se distinguen por un estilo minimalista, sobrio y moderno. Es decir, que comunican simpleza, apertura y funcionalidad del Estado. En contraste, abundan los espacios de memoria en homenaje a las víctimas del holocausto y a la necesidad de mantener vivo el relato histórico de la guerra para que los errores del pasado no hagan parte de las nuevas narrativas sociales y políticas.

Finalmente, en cuanto a los colores, predominan el gris y el blanco, que simbolizan la neutralidad y el profesionalismo. Así como el azul oscuro y el negro que representan el control, la estabilidad y la seriedad.

Los símbolos, colores y espacios escenifican el poder y definen la percepción política en distintas culturas.

En definitiva, tal como hemos visto, la escenografía del poder es una dimensión fundamental de la comunicación política y la gestión del poder, capaz de consolidar liderazgos, reforzar narrativas y legitimar estructuras de autoridad sin necesidad de palabras y mucho menos, de coerción.

En este orden, es evidente cómo a través de los espacios, colores y símbolos, se construyen relatos que no solo representan el poder, sino que también lo naturalizan y perpetúan en la conciencia colectiva.

Su impacto va más allá de la estética; influye en la percepción ciudadana, en la relación entre gobernantes y gobernados, y en la manera en que se experimenta el orden político. Ya sea evocando grandeza y dominio; o transmitiendo transparencia y cercanía, la escenografía política es una herramienta estratégica que define cómo se ejerce y se interpreta el poder en diferentes contextos históricos y culturales.

En este día...

Ramón

Apasionado del Conocimiento Libre y de las personas. Autor de Software Libre y Comunicación

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