Vivimos en una era donde la tecnología avanza a pasos agigantados y, sin darnos cuenta, se ha convertido en el epicentro de nuestra vida cotidiana. ¿Pero alguna vez te has detenido a pensar en quién tiene realmente el control: nosotros sobre la tecnología o la tecnología sobre nosotros?
Melvin Kranzberg, uno de los grandes pensadores de la historia de la tecnología, nos dejó una advertencia que hoy cobra más sentido que nunca:
«La tecnología no es ni buena ni mala, pero tampoco es neutra.»
Esta frase, aparentemente sencilla, encierra una verdad fundamental: la tecnología es una fuerza activa, capaz de transformar sociedades enteras, pero también de ser transformada por ellas.
En 1967, se planteó una idea revolucionaria:
«Primero damos forma a nuestras herramientas y después las herramientas nos dan forma a nosotros.»
Esto significa que, aunque al principio somos nosotros quienes diseñamos y adoptamos nuevas tecnologías, llega un momento en que estas comienzan a influir en nuestra forma de pensar, actuar y relacionarnos.
Un ejemplo claro está en las redes sociales. Al principio, las utilizamos para conectar con amigos y familiares, compartir ideas o informarnos. Sin embargo, con el tiempo, las propias dinámicas de estas plataformas han empezado a dictar cómo nos comunicamos, qué información consideramos relevante y hasta cómo construimos nuestra identidad digital. Lo que comenzó como una herramienta, ahora moldea nuestras emociones, nuestras opiniones, nuestra decisión de voto y hasta nuestra autoestima.
No todo es negativo: la tecnología nos ha abierto puertas que antes parecían imposibles. Nos permite aprender a distancia, trabajar desde cualquier parte del mundo y acceder a información en segundos. Pero también nos enfrenta a dilemas éticos cada vez más complejos:
La clave está en reconocer que cada vez que adoptamos una nueva tecnología, no solo estamos eligiendo una herramienta, sino también una forma de vida. La ética tecnológica debe ser parte de la conversación desde el principio, para que podamos anticipar los riesgos y aprovechar al máximo las oportunidades.
La próxima vez que uses una app, publiques en redes sociales o pruebes una nueva herramienta digital, pregúntate: ¿la estás usando tú o te está usando ella a ti?
La tecnología tiene el poder de liberarnos o de controlarnos. La diferencia la marca nuestra capacidad de reflexionar, cuestionar y decidir cómo queremos que sea el mundo que estamos construyendo. Si te gusta este tema, como me apasiona a mi, te invito a que continues tu lectura con este otro post: Tecnopolítica y Soberanía Tecnológica, dos conceptos que se entrelazan
¿La tecnología te ha cambiado la vida para bien o para mal? Me encantaría contar con tu reflexión en los comentarios, ya sabes, el conocimiento mejor si es compartido .
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