La actividad política es ante todo un acto de comunicación, y en eso creo que estamos todos de acuerdo. Las labores de los representantes políticos son principalmente unir a un pueblo o a un estado en función de una sola meta, que permita ejecutar planes socio-económicos de manera organizada y más o menos unánime, con la intención (ideal) de mejorar la calidad de vida de todos.
Es por esto que cada vez que hay un ligero cambio en el funcionamiento de los medios de comunicación, una evolución en los dispositivos de emisión y difusión, la actividad política se transforma con ello y se amolda a las nuevas dinámicas como un camaleón.
Los medios de comunicación son, básicamente, el oxígeno o la sentencia de la política, y es en ese tema en el que discurriremos a continuación: ¿De qué manera la política ha trabajado para sobrevivir en un entorno con el oxígeno en constante cambio?.
La política de boca en boca
Desde el nacimiento de la política hasta la invención de los medios de comunicación masivos pasó un largo período de tiempo. La política debió sobrevivir durante siglos con un oxígeno más puro pero mucho menos eficiente: La comunicación cara a cara.
El sistema político griego del año 508 a.C era ya un ejemplo de Democracia, y ¿qué medio utilizaban en esa antigua civilización para dar a conocer a sus candidatos, organizar a sus ciudadanos y motivarlos a ir a las urnas y votar por su favorito? El mismo que recientemente utilizaron nuestros bisabuelos: la comunicación cara a cara y a través de los medios impresos (tablillas de cerámica en aquel entonces, periódicos ahora, pero el medio sigue siendo el mismo).
Estos medios primitivos exigían que la comunicación se realizara únicamente entre una persona u otra o a través del único medio existente: la prensa. Para que la política naciera en este escenario de circunstancias adversas fue necesario que desarrollara una estructura simple, unidireccional: crear un discurso claro y detallado sobre las injusticias que se desean mejorar y repetirlo en la mayor cantidad de lugares posibles, y mandarlo a publicar en la mayor cantidad de tablillas de cerámica posibles para ser distribuidas.
A partir de allí el trabajo de la política se hacía sola: pasaba de su faceta como medio “cara a cara” a su faceta “de boca en boca”, porque tanto las propuestas y los discursos de los líderes políticos como el contenido de los diarios se difundían en forma de chisme, de novedad o de noticia, de persona a persona, hasta alcanzar los poblados más recónditos con el tiempo. A falta de medios masivos, cada vez que un mensajero llegaba a un pueblo con las cartas, también traspasaba las noticias del pueblo anterior que había visitado, y entre esas noticias siempre había espacio para la política. ¿Les suena a lo que hoy en día ocurre?
El trabajo de la política con medios primitivos se centraba en usar estratégicamente su deficiente oxígeno para poner en difusión su mensaje, y replegarse a esperar que los transmisores (los periódicos y las personas) hicieran su trabajo.
Lo malo de este sistema es que no siempre daba buenos resultados. En el largo viaje que atravesaba la información para llegar a todos sus destinos siempre se perdía algún dato, o se tergiversaba la información, y el destino de todo un país lo terminaban decidiendo 150 personas en una plaza.
La política como tablero de monopolio
Así pues, con la llegada de la Radio a principios del siglo XX se le concedió un aumento relevante al oxígeno de la política. Ahora el líder no necesariamente debía estar cara a cara con sus oyentes para difundir sus ideales, sino que su mensaje podía ser escuchado a través de la radio en lugares remotos, al otro lado del país o incluso en otros países. Se podía hacer llegar el mensaje a todos los receptores al mismo tiempo, por lo que en ningún momento perdía el significado original, y lograba mucho mejor su propósito.
Lo malo es que al tener más oxígeno, la criatura creció. La política se convirtió en un tablero de monopolio que permite a unos cuantos jugadores disputarse el destino de un territorio entero y que establece las reglas que determinan lo aceptado o prohibido en dicho territorio.
Pero no todo es malo con respecto a la masificación de la política. Hablemos de qué cosas buenas y no tan buenas le ha aportado la modernidad a la actividad política en la segunda parte de este artículo: La metamorfosis de la Política a través de los medios parte 2: de quehaceres de Reyes a oficio de Juglares.