Este 2016 ha sido un año de agitaciones políticas y de resultados democráticos inesperados. Salvando el caso del referéndum italiano, cuyo resultado era más que esperado, el resto las ya archiconocidas sorpresas negativas: resultado del Brexit, resultado de la votación del proceso de Paz y por último, la victoria de Trump.
¿Por qué ocurre este desconcierto? El hartazgo de la ciudadanía, el voto protesta o de rebeldía contra el establishment.
Aunque es una trivialización comparar todos los casos, cada uno tiene sus peculiaridades, es significativo como en las 3 mencionadas votaciones surge una enorme conmoción entre los propios participantes y los observadores externos, es más, muchos de los votantes, como en el caso del Brexit del Reino Unido, al día siguiente reconocen que votan contra el sistema (sin valorar la importancia de lo que están votando y que su voto es más en el sentido de mostrar cansancio con las viejas políticas que con el tema que se vota). ¿Y qué decir del plebiscito del proceso de paz colombiano? Pareciera más una interna para valorar apoyos que tiene principalmente el “uribismo”.
Insistiendo en que no entro en profundidad en el análisis de los casos, creo que la pregunta que muchos se hacen: ¿y la solución? ¿cómo confrontar ese voto de protesta? ¿ese hacking de la democracia?
Vivimos en la era de la mundialización democrática, un momento histórico en el que las protestas sociales están convirtiéndose en propuestas ciudadanas gracias al progresivo empoderamiento de la sociedad civil, con nuevas herramientas de productividad colectiva, tanto tecnológicas como metodológicas: la Tecnopolítica.
Por ello, el mensaje debe caracterizarse en torno a los tres ejes de esa nueva forma de gobernar-comunicar, principios esenciales del gobierno abierto: transparencia, cooperación y participación. Y es importante señalar que para lograrlo se requiere un plan que sea visualizado por la ciudadanía, pero aún más que sea el propósito al que se sumen, lo sientan como propio y participen del mismo. NO simplemente una nueva propuesta de los “políticos” de turno, no una simple moda, o un nuevo macroproyecto del gobierno para …. quién sabe. Se trata de entender y hacer propios los valores de la Sociedad-Red.
Y ahí, una vez más, la necesidad de generar estrategias de participación y colaboración de la ciudadanía, de lograr su implicación. Para ello, el gobierno no debe diseñar de arriba-abajo, sino para buscar soluciones a los problemas de sus conciudadanos, es hacerlos co-gobierno, pero hacerlo de verdad, no en decretos. ¿La mejor manera? Innovación Social Colaborativa.
Mediante la innovación social colaborativa se toman mejores decisiones y lo que es igualmente importante, se encuentran soluciones más innovadoras. Es hacer partícipe a la ciudadanía de la búsqueda de las mejores respuestas, ya que son las personas y no los gobernantes los que realmente conocen sus problemas y las dificultades con las que se enfrentan día a día. Mediante la universalización de internet, desaparecen las dificultades logísticas, se acaban con limitaciones espaciales o de desplazamiento, etc y se permite una organización más horizontal y ubicua.
Es momento de pasar de la democracia representativa a esa democracia deliberativa que defiende John Rawls, en el que se prioricen las relaciones comunicativas entre ciudadanos y cargos electos frente al actual modelo de dominación y poder por parte de una élite política.
Si se acaba con el descrédito de las administraciones púbicas, de la clase política en su conjunto, si se practica el gobierno abierto, pero el real, no el de papel, seguro que pronto se recuperará el apoyo de la ciudadanía, porque esta participara de forma diaria y por lo tanto, no le quedará, como única solución ir a votar contra el sistema.
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