¿Estamos preparados para habitar una realidad virtual 100% mercantilizada?
La realidad, no virtual, del metaverso, sus desafíos, limitaciones y sesgos.
En un post previo hablamos del metaverso, qué significa y cómo se espera que transforme nuestra forma de interactuar y la sociedad en general. Según las compañías que están trabajando en su desarrollo y considerando su posible alcance, también analizamos cómo la actividad política, electoral y gubernamental se vería influenciada por esta plataforma de realidad virtual y qué tendencias podría seguir este nuevo avance tecnológico. En esta ocasión, y habiendo considerado ya estos temas, analizaremos la otra cara de la moneda.
Es decir, el metaverso se plantea como un nuevo paradigma tecnológico, empresarial, educativo, social y productivo, que facilitará y potenciará muchos aspectos de nuestra vida cotidiana, pero no todo es color de rosa, la realidad es que cada vez más, urge analizar estos avances con ojo crítico para identificar posibles riesgos, y sesgos.
Nada más el boom que ha tenido una herramienta de Inteligencia Artificial (IA) como ChatGPT, nos invita a reflexionar sobre el alcance de la tecnología y sus riesgos para la vida y la sociedad en conjunto.
El metaverso se ha vendido por empresas y creadores como Facebook, como una nueva forma de relacionarnos e interactuar, en la que la realidad virtual sea una extensión de nuestra vida habitual. E incluso, mucho más que eso, ya que el metaverso permitiría tener experiencias inmersivas que no serían posibles en nuestro mundo actual. Por ejemplo, viajes a otros planetas, vivir en videojuegos, simulacros de aprendizaje, de entrenamientos, reuniones, meetings o eventos, entre otros.
En definitiva, todo parece un mundo ideal en el que podremos vivir, trabajar, estudiar, enamorarnos, ir a conciertos y muchas cosas más. ¿Pero qué puede realmente suponer el habitar la realidad virtual?
La realidad, no virtual, del metaverso
En primer lugar, hay que tener en cuenta que quienes nos ofrecen esta posibilidad y quienes ya están invirtiendo en ella son grandes compañías. Por un lado, tenemos las grandes empresas tecnológicas que están diseñando el metaverso.
En segundo lugar dichas compañías tienen muy claro que más allá de ser una realidad paralela, el metaverso es un modelo de negocio donde cientos de inversionistas están poniendo no sólo sus ojos sino su dinero. No sólo hablamos de aquellos sectores ya ampliamente relacionados con el mundo virtual como es el caso de la industria de los videojuegos, el marketing, o el entretenimiento.
Otros sectores que en principio nadie imaginaría, como el inmobiliario, educativo o corporativo, también empiezan a considerar su trozo de la tarta. El sector inmobiliario, por ejemplo, se ha lanzado a la venta de terrenos y propiedades inmuebles en la realidad virtual.
Por ejemplo, en diciembre de 2021 se estimaba que la inversión en edificios virtuales y otros bienes inmuebles ya superaba los 100 millones de dólares. Por su parte, firmas de inversión inmobiliaria como Republic Realm han comprado terrenos en el mundo virtual de The Sandbox por más de 4.3 millones de dólares. Así como propiedades virtuales en otros 19 metaversos.
Una realidad 100% mercantilizada
Detrás de estas millonarias inversiones están cientos de empresas que están planeando su migración a la realidad del metaverso. ¿Pero qué implica realmente que grandes compañías tecnológicas estén vendiendo una realidad paralela en la que se pretende que todos habitemos, estudiemos y trabajemos? ¿Qué supone habitar ciudades 100% virtuales, diseñadas por privados y compradas por privados, donde todo lo humano es mercantilizable? ¿Qué lugar hay o habrá para lo público en el metaverso?
Por ahora, es complejo responder a esto, porque probablemente, al ser un modelo de negocio más, lo público esté bastante limitado o realmente no exista. Y si consideramos esto, la idea de pensar el metaverso como un espacio para construir ciudadanía, debate público, democracia y mejorar nuestros entornos reales, argumentos con el que actualmente, algunos defienden esta plataforma, puede ser una falacia.
¿Entonces por qué algunos gobiernos se plantean invertir en él? Tal como lo afirma Kyle Chayka, experto en tendencias digitales, “El metaverso es este término que las compañías tecnológicas quieren que creamos en él, es una especie de concepto de marketing (…) Y nos prefieren viviendo en ese espacio porque eso significa que pueden sacar beneficio de nosotros con más facilidad, pueden mercantilizar todos nuestros pensamientos y acciones”.
Los riesgos y retos no calculados del metaverso
Pensar que habitamos un mundo completamente gobernado por privados y por las leyes del mercado, ya puede suponer un dilema. La razón es que a diferencia de lo que se plantea de este espacio, como un escenario donde todos pueden participar estén donde estén y sin importar quienes son, puede no ser del todo cierta.
¿Si realmente el mundo entero migrara a la realidad virtual qué espacio tendrían aquellas personas sin habilidades digitales, o sin accesibilidad a este tipo de tecnología y entorno? O bien ¿qué tipo de sistema impediría que personas violentas e intimidatorias afecten a otras, dadas las múltiples posibilidades de acción y encubrimiento que permitiría la plataforma?
Estas preguntas ya nos abren cuestiones más profundas sobre esta propuesta de desarrollo tecnológico, a las que también se suman temas como el de ciberseguridad, protección de datos e identidad, falta de regulación, radicalismo o conductas violentas en el espacio virtual. Cada uno de estos temas supondría a día de hoy un verdadero riesgo si hablamos de la realidad del metaverso, veamos.
Ciberseguridad: uno de los retos más álgidos que enfrentan muchos de los sistemas tecnológicos actuales es el de seguridad. Si bien los desarrolladores de aplicaciones, páginas y plataformas trabajan cada vez más en sistemas anti ataques, nada realmente garantiza que no sigan siendo vulnerables a formas de hackeo u otras actividades malintencionadas. Y ya sabemos los riesgos que esto desencadena en el resguardo de datos personales o información privada y/o confidencial, tanto de empresas como de personas o instituciones.
Accesibilidad: ¿sería realmente el metaverso algo para todos, o excluiría a una gran mayoría? Como anticipábamos al comienzo, el metaverso realmente es un modelo de negocio impulsado por y para empresas en el que estas desean que la ciudadanía interactúe, permanezca e incluso viva. Si es un negocio, significa que las empresas piden dinero (tokens o dinero no fungible) a cambio de servicios y aplicativos.
¿Qué poder adquisitivo se requeriría para esto? En este punto, tanto gobiernos como candidatos o políticos deberán tener muy claro cómo y a quiénes convocan a través de esta tecnología para no incurrir en sesgos y exclusión. Porque es probable que no todos, por cuestiones monetarias o habilidades digitales puedan interactuar a través de este mecanismo, lo que supondría que ciertos porcentajes de la población queden invisibilizados.
Ausencia o complejidad en la regulación: al ser una propuesta tan novedosa, al igual que muchas otras tecnologías, el metaverso carece de regulación en casi todos los campos. Desde temas de seguridad y datos, pasando por el económico, ya que actuaría bajo monedas que no son de curso legal (por ahora), propiedad privada, propiedad intelectual, identidad, entre muchos otros.
Por ende esta falta de regularización y la complejidad que supondría diseñar normas para un entorno que no es real, podría ser un elemento muy atractivo para estafadores, ciberdelincuentes o personas con intenciones de violentar o dañar a otras.
Transparencia y ética: el escenario que plantea el metaverso puede dificultar en gran medida la correcta identidad de los ciudadanos allí inmersos. Esto puede afectar, de partida, la calidad y veracidad de la información compartida, a su vez propiciar manipulaciones, engaños o tergiversaciones. Tal como ya ocurre con los bots, las fake news entre otros.
Conductas violentas: tal como sucede en las redes sociales actuales, el metaverso podría profundizar aún más el riesgo del acoso, abuso y otras formas de violencia o discriminación. El mundo virtual ya en sí puede garantizar cierto grado de anonimato, con lo cual intimidar a otros en la realidad virtual podría ser mucho más fácil que en la realidad actual y sin consecuencias palpables dado el entorno y la complejidad en la regulación.
Privacidad comprometida: dado que es un sistema de inmersión 100% en una realidad paralela, la privacidad respecto a los deseos, intereses, pensamientos, acciones y demás de los usuarios prácticamente desaparece. En esa medida, los sujetos quedan totalmente expuestos al algoritmo y la IA, en un entorno que podría considerarse de absoluta vigilancia y control.
A modo de corolario
Con todo, hay algo que se vislumbra con mayor claridad cada vez, y es que en general, el vertiginoso avance técnico y tecnológico de nuestra sociedad, no está acompañado a su vez por un desarrollo normativo y/o ético que le respalde. Ya se está viendo día a día con el uso masificado que está teniendo la inteligencia artificial, y esta sólo es una de las aristas del desarrollo tecnológico actual.
Con lo cual, desde múltiples ámbitos, conviene evaluar y analizar detenidamente qué significa e implica introducir diferentes avances en materia de tecnología en nuestras vidas, mercados, y espacios, desde el trabajo, la escuela, hasta nuestro propio hogar.
Igualmente, tanto empresas de tecnología como desarrolladores en la materia deberían avanzar a la par del reconocimiento de las limitaciones o vicisitudes que crean estos sistemas y cómo proteger a la sociedad en conjunto de sus posibles perversiones. No hay que olvidar que una de las metas del desarrollo científico y tecnológico debe ser el bienestar humano y no su vulneración, sino, ¿para qué y hacia dónde avanzamos?
Este artículo fue publicado en el número de junio de la revista de facua denominada consumerismo.